“¡Oh! Tu corazón se ha engreído y has dicho:
“Soy un dios, estoy sentado en un trono divino, en el corazón de los mares.”...” “...equiparas tu corazón al corazón de Dios.” “...Ningún
sabio es semejante a ti. Con tu sabiduría y tu inteligencia te has hecho una fortuna, has amontonado oro y plata en tus tesoros.
Por tu gran sabiduría y tu comercio has multiplicado tu fortuna y por tu fortuna se ha engreído tu corazón. Por eso, así dice
el Señor Yahve: Porque has equiparado tu corazón al corazón de Dios, por eso, he aquí que yo traigo contra ti extranjeros,
los más bárbaros entre las naciones. Desenvainarán la espada contra tu linda sabiduría y profanarán tu esplendor; te precipitarán
a la fosa...” “... ¿Podrás decir aún: “Soy un dios”,
ante tus verdugos?...” “... Eras el sello de una obra maestra, lleno
de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto:
rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes
y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo,
estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación,
hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia y has
pecado. Y Yo te he degradado del monte de Dios y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego.
Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra,
te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas, por la inmoralidad de tu comercio, has profanado
tus santuarios. Y Yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos
de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido
para siempre.” (Ez. 28, 1-19).
“Ha sido precipitada al seol tu arrogancia al son de tus cítaras. Tienes bajo ti una cama de gusanos, tus mantas
son gusaneras. ¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has
sido abatido a tierra, dominador de naciones! Tú que habías dicho en tu corazón : “Al cielo voy a subir , por encima
de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión, en el extremo norte. Subiré a las alturas
del nublado, me asemejaré al Altísimo. ¡Ya! Al seol has sido precipitado, a lo más hondo del pozo”. (Is. 14, 11-15).
“Que te enseñe tu propio daño, que tus apostasías te escarmienten y reconoce y ve lo malo y amargo que te resulta el dejar a Yahve tu Dios y no temblar ante mi... Oh tu que rompiste desde
siempre el yugo y sacudiendo las coyundas decías: ¡No serviré!...” (Jr.
2, 20).
“Y apareció otra señal en el cielo, un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas,
siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se
detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto lo diera a luz. La Mujer dio a luz un hijo
varón , el que ha de regir a todas las naciones de la tierra con cetro de hierro: y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta
su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada mil doscientos sesenta
días. Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus
ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el cielo para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente
Antigua, el llamado diablo y satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados
con él.” (Apoc. 12, 3-9).
“Yo veía
satanás cayendo del cielo como un rayo” (Lc. 10, 16).
“Dios no
perdonó a los ángeles que pecaron, sino que precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados
hasta el juicio” (II Pe. 2, 4).
“...a los
ángeles que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo
tinieblas para el juicio del gran Día” (Judas, 6).
Las Sagradas Escrituras especifican
que la soberbia es la causa de la rebelión del demonio y sus ángeles, y aunque no especifican directamente la naturaleza de la prueba que no aprobaron estos ángeles minoritarios que se constituyeron en demonios
encabezados por el diablo, queda claro el movimiento interior que los precipitó al abismo y se deduce explícitamente la naturaleza
de la prueba en el capítulo 12 del Apocalipsis, como se ha analizado.
Hemos desarrollado la tesis que coincide
con una escuela teológica que señala que la naturaleza de la prueba fue amar y servir al Dios hecho Hombre, a Cristo, dado
lo cual desencadenaron la rebelión ya que al saber que Dios se iba a hacer hombre, no obedecieron el decreto, puesto que querían
que en lugar de ello, Dios se enangelizara y que con su naturaleza angélica podían constituir un reino en donde no se sirviera
a seres inferiores como los hombres.
Hubo un hecho anterior a la aparición
del dragón, que es la causa de tal aparición. Un mandato que es desobedecido, que
explica San Pablo:
“Nos dio
a conocer el misterio de su voluntad, según el benévolo designio, que en Él se
propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está
en los cielos y lo que está en la tierra. A Él, por quien entramos en herencia, elegidos de antemano, según el previo designio
del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad, para ser nosotros alabanza de su gloria” (Ef.1, 9-12).
Y recalca la supremacía de Cristo sobre
los ángeles:
Él es “...
primogénito de toda la creación” (Col 1, 15); “... al introducir
a su Primogénito en el mundo dice: y adórenle todos los ángeles de Dios.
Y de los ángeles dice:
el que hace a
sus ángeles vientos y a sus servidores llamas de fuego” (Hb.1, 6-7); “¿Es que no son todos ellos espíritus
servidores...?” (Hb. 1, 14)
Además, también afirma la unidad de
Cristo con los suyos, hombres y ángeles:
“¿No sabéis
que nosotros juzgaremos a los ángeles?” (1 Cor. 6, 3). “... y verán al Hijo del hombre sobre las nubes
del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con la gran trompeta y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos de un extremo a otro del cielo”...
“Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria con todos sus ángeles, se
sentará en su trono de gloria” (Mt.24, 30-31; 25, 31).
La
causa de desobediencia del demonio, que hemos expuesto, es consecuente con su acción de mentiroso, padre de la mentira y homicida
desde el principio (Jn. 8, 44). No quiso servir por su soberbia, por eso Dios advierte al hombre acerca de este pecado como
origen de todos (Ecl. 10, 15; Tb. 4, 15; I Tim. 3, 6).
Habiendo sido presentado a los ángeles el misterio de la encarnación del Verbo (I Tim, 3, 16), Lucifer y los
suyos se negaron, por orgullo, adorar al Verbo encarnado, diciendo ¡No serviré! (Apoc. 12, 1-10; Jr. 2, 20; Francisco Suárez.
De Angelis, citado por Vicente Risco. Pp. 19).
Por esa soberbia es posible que Lucifer quisiera que Dios se enangelizara en él. (Ambrosio Catarino, Arzobispo de Ponza. De gloria bonorum angelorum et lapsu malorum. 1552. Citado por Vicente
Risco. Pp. 278). De la soberbia procedieron, como de su raíz, todos los demás pecados de los ángeles caídos, la envidia y los celos.
Santo Tomás de Aquino señala que la
raíz de la culpa de los ángeles estuvo en el defecto de considerar los privilegios de su naturaleza de manera errónea, dejando
de considerar el bien superior, que es la voluntad de Dios, a la cual debieron ordenar su propio bien, radicado en su naturaleza,
con la que habían sido creados; la semilla de la soberbia fue la causa de este proceso y el efecto fue la rebelión.
Cristo revela que el diablo: “No
se mantuvo en la verdad” (Jn. 8, 44), ¿Qué verdad? La única verdad por la que todo existe, a la que todo confluye,
de la que todo procede y en la que todo tiene su fundamento: el propio Cristo. Él mismo lo revela: “Yo soy el camino,
la verdad y la vida” (Jn. 14, 6).
Cabe señalar que en el hombre, la verdad
lógica, es la correspondencia entre el objeto y la imagen del objeto que se forma en la mente mediante conceptos e
imágenes intelectuales (Crítica o Teoría del Conocimiento. D. Barbedette.
P.S.S. Ed. Tradición. México. 1984. Pp. 11-12).
En Dios es un fenómeno análogo. La
verdad de Dios es la segunda persona de la Santísima Trinidad, que se reveló a los ángeles (I Tim, 3, 16) en la señal del cielo de aquél que iba a nacer de la mujer vestida de sol (Apoc. 12, 2).
Por tanto, desde el punto de vista
del sujeto que percibe esta verdad, en el caso de Luzbel, por la portentosa inteligencia con la que fue dotado por Dios en
su naturaleza, esta percepción fue intuitiva e inmediata y perfecta, por lo que poseyó la verdad de Cristo revelada en la
señal que Dios le ofreció junto con todos los ángeles y tuvo la verdad por un lapso, pero luego, al comparar consigo mismo
la verdad revelada que ya tenía, determinó para sí, no mantenerse en ella y rechazarla para siempre.
Con ese acto, tampoco se mantuvo en
la verdad metafísica, toda vez que rechazó no solamente a Cristo, como voluntad del Padre conforme con el intelecto
divino, sino también la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para él mismo, la cual era someterse a Cristo, como
segunda persona del la Santísima Trinidad hecho Hombre, para lo cual había sido creado, para obedecerle y obtener con ello
su perfección.
Así, cuando Jesús señala que “no
se mantuvo en la verdad”, explícitamente afirma que previamente estuvo
en la verdad, la conoció porque le fue dada para permanecer en ella, pero la podía rechazar. En esto estaba la prueba, en
que podía elegir mantenerse o no mantenerse en la verdad, y eligió lo último.
Consecuencia lógica de no mantenerse
en la verdad, es abrazarse a lo que no es la verdad, al error, la mentira, lo que no es ni podrá ser, de donde engendró en
sí mismo una serie de mentiras acerca de él, de la creación, de Dios y de todo cuanto existe, creándose un universo de mitos
con mentiras de su origen y de su destino, incluyéndose a sí mismo, se convirtió en padre de la mentira (Jn. 8, 44).
Habiendo rechazado a Cristo, la verdad
del Padre y de toda la creación, hizo de su naturaleza la mentira, porque en la elección que hizo para la eternidad, se convirtió
en el objeto mismo de su elección, por lo que la mentira es su propia naturaleza, por elección libre y plena, dándose cuenta
de todas las consecuencias de esa elección para toda la eternidad.
“391”
”... La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (Cfr. Jn 8,44;
Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. "Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem
natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali" ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una
naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 800).
392 La Escritura
habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron
radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros
primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (1 Jn 3,8), "padre de la mentira"
(Jn 8,44).
393 Es el carácter
irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no
pueda ser perdonado. "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres
después de la muerte" (S. Juan Damasceno, f.o. 2,4: PG 94, 877C).” (Catecismo Oficial de la Iglesia Católica).
Se estableció así una oposición insalvable
entre Cristo y el diablo:
“... ¿que
relación hay, pues, entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y
Belial? ¿Qué participación entre el fiel y el infiel?” ( II Cor. 6, 14-15)
Príncipe de este mundo
““¿Cómo
caíste, Lucifer; tú que brillabas en la mañana? (Is. 14, 12). Este nombre, esta comparación con la Estrella, tuvieron
gravísimas consecuencias. Lucifer significa Portador de la Luz. También le llaman Luzbel, que el pueblo cristiano interpretó
como Luz Bella. El Príncipe de los demonios era un ángel, es decir, no nacido
de las tinieblas, no surgido de la materia o del caos, o respondiendo como la negación a la afirmación, o como la sombra a
la luz, sino que apareció en el seno de la luz misma, creado por Dios con innumerables ángeles, más numerosos que las estrellas
del cielo, que las arenas del mar, inmensamente, incomparablemente más numerosos que todas las sustancias materiales que podemos
conocer. Pero uno de los más excelentes, el más elevado de todos, era Lucifer.
“Espíritus
puros, creaturas perfectísimas adornados de los más altos dones naturales y preternaturales, de la inteligencia, majestad
y poder, de la inmortalidad y de la gracia santificante, destinados a la bienaventuranza eterna, a la perpetua visión beatífica
y a los más altos ministerios del servicio del Señor, los ángeles eran llamados hijos de Dios; la incomparable luz celeste
los envuelve y su belleza excede toda imaginación. Pero es creencia muy extendida que Lucifer era de todos ellos el más hermoso,
que sobrepasa en mucho a todos en belleza y majestad, que era el más luminoso y resplandeciente joyel en la Corte del Padre
Celestial.
“Sería
absurdo que nos pusiésemos aquí a ponderar, vía excellentiae, los esplendores de las realidades celestes, cuando todo lo que
puede decirse ha sido expuesto inspiradamente por los autores sagrados, por los Santos Padres, por los teólogos y los místicos.
“Pero las
tradiciones del pueblo fiel suelen tener una elocuencia seductora: una dice que en la frente de Lucifer brillaba la Estrella
de la Mañana; otra que llevaba una corona de gloria en la cual resplandecía una gema desconocida y maravillosa de increíble
refulgencia. Estas cosas dicen las tradiciones del pueblos fiel.
“Graves
consecuencias se han desprendido del nombre de Lucifer, Portador de la Luz. Cierto mago húngaro, paisano de Klingsor, que
no hace muchos años vivía en París, Stanislas Guiata, identificaba a Lucifer con la primogénita de las creaturas, esto es, con la Luz primordial que Dios creo diciendo: “Hágase la luz”, al comenzar el primer
día de la creación, la cual es la “Luz Astral” de los ocultistas,
a que los magos llaman “Gran Agente”, cuyas propiedades describen con prolijidad. Stanislas Guaita cerraba de
este modo el paso a toda magia blanca, incluso a la magia natural, desengañando a los magos ingenuos y trayendo a todos a
un ineludible satanismo (“Le temple de Satán”, Stanislas Guaita, passim).
“Pero aquel
nombre –nomina numina—no ha tenido tan sólo aquella consecuencia
extravagante. Las ha tenido de rango filosófico, pues si Lucifer es Portador de la Luz, bien podía ser imaginado por los partidarios
de “las luces” , como la misma de la razón, que resplandecía en su frente, o como el que ha traído, robado del
cielo, la razón a los hombres ignorantes, oprimidos por la ley celeste, como otrora Prometeo trajo a los hombres el fuego,
arrebatado a los dioses.
“En realidad,
Lucifer era, según los doctores, un ángel de elevadísima jerarquía; del orden de los Serafines, según Suarez. “Supremus
Ángelus –dice Santo Tomás—(Sum Tehol. I, 63, 8)...”
“...este
ángel tan perfecto, tan extraordinariamente favorecido por la magnanimidad de Dios, tan prodigiosamente dotado de altísimos
dones, tan amado del Padre Celestial, se rebeló contra Él y pecó, arrastrando a otros al pecado, por lo cual fue con ellos
arrojado del Cielo y condenado a pena eterna en el Infierno (Is. 14, 11-15; Tobías
4, 14; Ecl. 10, 15; Sap. 2, 24; Mat. 25, 49; Luc. 10, 18; II Pedro 2, 4; Apoc. 12, 7-9; 22, 2; Syn Eudomouza (543), can, 9;
Conc. Brac. (561); Conc. Const. 5, can. 6; Conc. Lat. 4, (1215), cap. “Firmiter”; Conc. Constanza (1415); Conc. Trid. Ses. 5, cap. 1, Conc. Vat. Constit. “Dei Filius”, cap. 1, etc.).
...“...Poco
duró, diréis, la felicidad de aquellos ángeles. Mejor sería decir: poco duró su fidelidad. Menos de un minuto. Pero mucho
menos aún, la fracción infinitesimal, la más pequeña posible de imaginar, contemplando la Faz del Eterno, es tan más que suficiente
dicha, que no puede compararse a nada de lo que el hombre pueda llegar a concebir. Pues esto y aún más: una eternidad de esto,
arrojó de sí Lucifer sin piedad, sin duelo de sí mismo, sin gratitud ni consideración para quien gratuitamente se lo daba,
y a quien debiéndole todo, debía toda la adoración y el amor que de su ser fuera capaz... Fue una decisión terrible, entre
la vida más sublime, y una muerte muchísimo peor que la muerte, porque es agonía eterna en la rabia y en la desesperación.
Elección libre, consciente, con pleno conocimiento de las consecuencias.
...”...
Según Santo Tomás, Lucifer quiso ser tanto como Dios: “Elevatum es cor
tuum, et desistí: Deus ego sum” (Ezeq. 28), y creyó que la bienaventuranza le era debida por naturaleza” (Vicente
Risco. Op. Cit. Pp.15-18).
Así, el más bello de todos los ángeles
se convirtió a sí mismo en la más horrible de las creaturas.
“Ninguna
creatura de tan horrible aspecto, tan monstruosa, tan innoble, tan repugnante, tan inmunda, tan deforme, tan repulsiva, tan
hedionda... Se engañan los que han querido representarlo adornado de una belleza triste o de una hermosura siniestra. No puede
ser así, porque lo siniestro no puede ser hermoso y porque su sentimiento no es la tristeza, sino la rabia...”
“... su
fealdad es proporcional a su antigua belleza, porque es la fealdad inconmensurable del pecado, y aún más, del primer pecado,
el que fue raíz y origen de todos los pecados del mundo. El que de ellos fuera mayor que los otros en virtud se hizo superior a toda creatura en el mal...”
“El ángel
de la Luz quedó convertido en ángel de tinieblas. Fue como una inversión completa de su naturaleza original, sin perderla,
ni peder ninguna de sus prerrogativas debidas a ella. Perdió la gracia santificante, los dones sobrenaturales, pero no los
naturales ni preternaturales. Solo que su naturaleza destinada al bien, quedó, como
si dijéramos, invertida, es como si antes estuviera cabeza arriba, con la frente elevada hacia el Sumo Bien, reflejando en
ella la luz increada, como la Estrella de la Mañana, que era su símbolo, refleja la del sol, y ahora estuviese cabeza abajo,
en actitud de eterna caída hacia el mal absoluto, hacia la oscuridad profunda, reflejando tan solo su frente el ardor insoportable
de las llamas eternas...”
“...Así
el que pretendía erigir frente al de Dios su trono fue destronado, y la corona de gloria cayó de su cabeza. Una tradición,
cuyo origen se desconoce, afirma que, con la corona de gloria, cayó de la frente de Lucifer, aquella gema de maravilloso esplendor,
que allí centelleaba deslumbrante, como si la luz abandonase para siempre el alma rebelde. Aquella gema quedó en poder de
San Miguel Arcángel y de ella fue fabricado en el Cielo el Santo Grial, la copa en que el Redentor había de consagrar el vino
en la Santa Cena, y en la cual, al bajar su cuerpo de la cruz, había de ser recogida su preciosa sangre... El Santo Grial
quedó en el cielo, adorado por los ángeles, hasta que estos lo transmitieron a los hombres en los primeros tiempos de la edad
patriarcal” (Vicente Risco. Op. Cit. Pp. 20-30).
Numerosos autores han expuesto que
el título que Cristo aplica al demonio como “príncipe de este mundo” (Jn. 14, 30), le viene por conquista,
esto es por el acto de haber engañado al hombre y con ello haber sometido la creación al desorden producto del pecado de nuestros
primeros padres.
“Dios de este mundo”, lo llama San Pablo (2 Cor. 4, 4) y San Juan señala que “el
mundo entero yace en poder del maligno” (1 Jn. 5, 19), al señalar como mundo a todo lo que se opone a Dios.
Una interpretación que parece más exacta
es que Lucifer fue creado para ser príncipe de este mundo, como ya lo hemos señalado en el capítulo anterior, ya que
Dios asignó oficios en la creación a todos los ángeles, orientados al servicio del Dios hecho Hombre que se revelaría en el
momento oportuno. El oficio que Dios le dio a Lucifer fue el de ser príncipe de este mundo, para que fuera el primero
con todo su portento, en servir a Cristo.
Al no pasar la prueba de amor a Cristo,
aunque los ángeles caídos fueron relevados de sus oficios, esto es, quedaron
como sin empleo, pero no les fue quitado el nombramiento, el atributo para aquellos oficios, ni la potestad de realizarlos.
Aunque tanto su nombramiento, como atributo y facultades, en ellos se pervirtieron por su pecado, en cuanto a la finalidad
del servicio que habrían de dar, en su nueva condición, todo está orientado hacia el odio y el mal, sin embargo, reprimidos
por Dios están impedidos de realizar todo el mal que quieren hacer en contra del hombre en la tierra.
“El Diablo,
“aunque perdió su bienaventuranza, no perdió la naturaleza semejante a la de los ángeles” señala San Gregorio Magno (Moral in job 2, 4. Citado por Luis Eduardo López Padilla en “Las Profundidades
de Satanás”. El proyecto milenario del poder de las tinieblas. Edición Propia. México 2006. P. 85).
En consecuencia, así como existe una
jerarquía entre los ángeles, también la hay entre los demonios, puesto que sin haber perdido sus prerrogativas naturales continúan
ordenados entre sí, como lo estuvieron desde que fueron creados, subordinados los inferiores a los superiores.
Sin embargo, están totalmente sometidos al poder de Dios y son dominados por los ángeles bienaventurados en la medida
en que la gracia sobrepasa la naturaleza.
Entre los demonios no existe la caridad,
sino que mutuamente se odian, como odian también a los hombres, a los ángeles y a todo lo que procede de Dios.
El demonio es sustancia espiritual
con voluntad y entendimiento, que no requiere de discurrir, como el hombre, para poseer la verdad de las cosas, ya que la
tiene en un solo acto, sin necesidad de dividirla en conclusiones consecutivas, como lo hace el hombre, que primero tiene
que percibir con sus sentidos, y luego formar una serie de pensamientos, razonar y luego aproximarse a la verdad, comprobar
sus razonamientos revisando las ideas que los conforman para ver si resisten la fuerza de la lógica, hasta obtener un concepto
de las cosas que está conociendo, el cual se conforme con las mismas, mediante lo cual obtendrá el conocimiento de la verdad.
Desde su creación, los ángeles obtuvieron
de Dios todas las ideas cognoscitivas de las cosas, obtuvieron así la ciencia, por lo que no requieren de abstraer de la experiencia
sensible, ya que el conocimiento les viene dado por Dios.
Esta ciencia es proporcional en cada
ángel a la perfección natural con la que cada uno fue creado y se conoce a sí mismo
de manera constante. También conocen a los demás ángeles. Esto es, que conocen a los que están en el cielo y a los
caídos. También conocen a Dios por cuanto se puede reflejar en el reino de los ángeles, y por las revelaciones que han obtenido
del mismo Dios.
“...los
demonios poseen una ciencia perfectísima de todas las cosas materiales y sensibles, de toda la estructura del universo, del
modo como se formaron los astros y planetas y de sus movimientos y sus revoluciones; de todos los elementos y fuerzas naturales,
de las leyes físicas que rigen la actividad de los cuerpos; de los secretos de las naturalezas y de las propiedades ocultas
de los minerales y las plantas; de los misterios de la vida y de la formación y condiciones de todos los organismos y de la
maravillosa unión del alma con el cuerpo para formar el ser admirable que es el hombre”. (Luis Eduardo López Padilla.
Op. Cit. P. 86).
Los demonios pueden conocer los eventos
futuros, los efectos naturales y fenómenos de las leyes físicas, en virtud del conocimiento que tienen de sus causas, pero
no pueden conocer con certeza, los eventos futuros que dependen de la libertad del hombre, pero pueden sospechar los secretos
del corazón de las personas debido a que conocen como han actuado en circunstancias parecidas y a los signos externos que
se presentan como consecuencia de los sentimientos íntimos sobre el organismo.
Sin embargo, el demonio no puede violar
el pensamiento del hombre y tampoco su voluntad, puesto que eso pertenece al dominio exclusivo de Dios (I Reyes, 16, 7; Sal,
10, 5).
El diablo tiene gobierno
sobre cosas materiales, puede modificar muchas funciones de la vida vegetativa,
sensitiva, mover cuerpos, impresionar a los sentidos de diversas maneras, impresionar a la imaginación y realizar innumerables
fenómenos que resulten de un movimiento natural de las fuerzas físicas. (Luis Eduardo López Padilla. Op. Cit. Pp. 88-89).
“394 La
Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y que incluso
intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (Cfr. Mt 4,1-11). "El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras
del diablo" (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre
a desobedecer a Dios.
395 Sin embargo,
el poder de Satán no es infinito. No es más que una creatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre creatura:
no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo,
y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física - en cada hombre
y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre
y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas
interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8, 28).” (Catecismo Oficial de la Iglesia Católica).