Subida al Cerro del Tepeyac
Capítulo IV. Milicia.
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Introducción
Capítulo 1. La Santísima Virgen de Guadalupe mandó construir su templo.
Capítulo II. Se explica el modo de construir el templo.
Capítulo III. Camino fácil de subir el cerrillo del Tepeyac.
Capítulo IV. Milicia.
Conclusiones.
Apéndice 1.
Apéndice II.
Luis González
Cruciferos
Viacrucis de los Caballeros Crucíferos
Cantos Gregorianos

Para los que les sea dado y quieran participar como milicia en la vivencia y proclamación de este camino

 

Advertencia:

 

1.- Al que quiera seguir a Cristo a donde quiera que El vaya, deben advertir que: "Las sorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen nidos; más el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza".

 

2.- Al que el Señor llame valiéndose de cualquier medio para seguirle, considere lo que a uno le contestó cuando el Señor le llamó: "Sígueme". Pero él le dijo: "Déjame primero ir a enterrar a mi padre". Pero El le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve a anunciar el Reino de Dios".

 

3.- Al que diga: "Señor, te seguiré; pero déjame primero ir a despedirme de los de mi casa". Aténgase a lo que el Señor le replica: "Ninguno que empuñe el  arado y luego mire hacia atrás es bueno para el Reino de Dios".

 

4.- Aquel que quiera salvarse, que cumpla los 10 mandamientos.

 

5.- A aquel que después de cumplir los 10 mandamientos quiera ser perfecto, que vaya y venda todo cuanto tiene, repártalo entre los pobres y luego siga al Señor, cumpliendo alguno o varios de los oficios señalados en esta regla mínima.

 

6.- Aquel que quiera seguir al Señor deberá amarlo más que a todas sus posesiones y si no se quiere desprender de estas como lo recomienda el Señor, deberá servirse de ellas para manifestar su amor a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo.

 

7.- Aquel que quiera seguir al Señor, deberá amarlo más que a su propia vida, más que a su padre, madre, esposa, hijos, casas o tierras. El amor de Dios lo manifestará a todos los hombres con el cumplimiento del Evangelio.    

 

8.- El que reza e invoca a Dios pero no cumple con los 10 mandamientos, los mandamientos de la Iglesia y los sacramentos, sólo lo honra con sus labios, pero su corazón no está con El.  No todo el que diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos ni es discípulo de Jesús.

 

9.- Aquel que está dispuesto a cargar su cruz de cada día, ese puede seguir al señor.

 

10.- Aquel que ame más su vida y la anteponga al cumplimiento del Evangelio, no puede ser discípulo de Jesús.

 

11.- Aquel que reciba la palabra de Dios y no la que ponga en práctica, se parece a la semilla que no da fruto, y no es discípulo de Jesús. Es árbol que será cortado y destinado al fuego.

 

12.- Aquel que siga al Señor tendrá en esta vida hasta el ciento por uno, junto con tribulaciones y persecuciones, y después la vida eterna.

 

Considerado lo anterior, quien quiera portar  la Cruz de Cristo (específicamente la cruz de San Benito) y proclamar el camino del Tepeyac que aquí se señala, pueden hacerlo bajo el pronunciamiento de los siguientes votos o promesas privados, luego de cumplir por seis meses con todo lo expuesto hasta aquí y si recibe el llamado por impulso del Espíritu Santo:

 

Pobreza

 

1.- El primer grado de la pobreza consiste en desprenderse de todos los gustos y afectos desordenados de los sentidos externos, hasta apaciguarlos y que estén sujetos a la razón, con la ayuda de la Santísima Virgen, con lo que logrará con la entrega ordinaria de estos a Ella, para que Ella los disponga al servicio de Cristo.

 

2.- El segundo grado de la pobreza consiste en desprenderse de todos los gustos y afectos  desordenados de los sentidos internos, de la imaginativa, de la memoria, hasta que sean de la Virgen Santísima.

 

3.- El tercer grado de la pobreza consiste en desprenderse de la propiedad de la inteligencia, para dejarla en manos de la Santísima Virgen María, que Ella hará entender lo que es precioso a su Hijo Nuestro Señor Jesucristo y de utilidad para el servicio del prójimo.

 

4.- El cuarto grado de la pobreza consiste en desprenderse de la voluntad propia y de todos sus afectos, dejándola en manos de la Santísima Virgen María, que Ella le enderezará a querer a su Divino Hijo y al prójimo como a uno mismo.

 

5.- El quinto grado de la pobreza consiste en desprenderse de todos los afectos del corazón por las cosas y por las personas, y entregarlos a la Santísima Virgen María, que Ella los purificará para dejar un corazón semejante al de Ella.

 

6.- El sexto grado de la pobreza consiste en desprenderse de la propiedad de los tesoros espirituales que merezcan los méritos de una vida santa, dejándolos en manos de la Santísima Virgen María.

 

7.- El séptimo grado de la pobreza consiste en desprenderse de todo lo que es uno mismo convertirse en esclavo de la Santísima Virgen María y víctima de amor, apropiarse solamente de todo lo que significan la vivencia de la cruz de cada día.

 

Obediencia

 

1.- El primer grado de la obediencia, dicho de la humildad, es obedecer a sus superiores sin demora por amor a Cristo; en el instante en que se le ordena algo lo obedece como si lo hubiese mandado el mismo Dios y no permiten dilación en realizarlo, por lo que de estos dice el Señor: "No bien escuchó mi voz, me obedeció", y "El que a vosotros escucha a mi me escucha" y aquella palabra dice: "No vine a hacer mi voluntad sino la de aquel que me ha enviado", sin tardanza, sin tibieza, sin murmuración y sin réplica de resistencia.

 

2.- El segundo grado de la humildad consiste en poner siempre todos sus actos y su vida a los ojos de Dios y todos los deseos ante Cristo, como dice el Profeta: "Ante ti esta todo mi deseo".

 

3.- El tercer grado de la humildad consiste en despreciar la propia voluntad, imitando al señor en aquello que dice el Apóstol: "Se hizo obediente hasta la muerte" y también "El placer merece pena y la necesidad engendra corona".

 

4.- El cuarto grado de la humildad es abrazarse en cosas duras y contrarias, y ante cualquier injuria, calladamente y con paciencia soportar todo en el interior, con la conciencia de aquello que dice el Señor: "El que persevere hasta el fin, ese se salvará".

 

5.- El quinto grado de la humildad es si por una humilde confesión a sus hermanos y superiores no oculta ninguno de sus malos pensamientos que sobrevenga al corazón y el mal cometido ocultamente, siguiendo aquello que dice el Señor: "Descubre al Señor tu camino y espera en El".

 

6.- El sexto grado de la humildad consiste en estar con todo menosprecio a si mismo y para todo lo que le manden se juzgue malo e indigno.

 

7.- El séptimo grado de la humildad consiste en sólo proclamar con la lengua el último y más vil de todos, sino que lo crea así con íntimo sentimiento del corazón.

 

8.- El octavo grado de la humildad consiste en no hacer nada si no lo persuade la Regla común que ha prometido seguir y el ejemplo de los santos.

 

9.- El grado noveno de la humildad consiste en reprimir la lengua para hablar y guardar silencio; no hablar hasta ser preguntado.

 

10.- El décimo grado de la humildad consiste no ser fácil y pronto en reír.

 

11.- El onceavo grado de la humildad consiste en que al hablar se haga con suavidad, sin risas, con gravedad y humildad, diciendo pocas palabras.

 

12.- El doceavo grado de la humildad consiste en que no solamente en el corazón sino también en el mismo cuerpo y aspecto físico se manifiesta humilde a todos cuantos lo miran, juzgándose siempre en todo momento reo de sus pecados y los pecados del mundo ante los ojos de Dios, creyendo hallarse ya en al juicio divino, diciendo de continuo en su corazón lo que dijo aquel publicano del Evangelio con la mirada fija en la tierra: "Señor, no soy digno yo, pecador, de levantar mis ojos al cielo".

 

La virtud de la obediencia no solo debe tributarse por todos a sus superiores, sino también ante los hermanos deben obedecerse mutuamente, en la seguridad de que por este camino irán a Dios, a semejanza de la obediencia cadavérica recomendada por San Francisco de Asís.

 

San Benito comenta que subidos pues, finalmente todos estos grados de humildad, llegará el nombre en seguida a aquella caridad de Dios que "siendo perfecto excluye todo temor", por ella todo cuanto antes observaba no sin recelo empezará a guardarlo si trabajo alguno; como naturalmente y por costumbres, no ya por temor del infierno, sino por amor a Cristo y cierta costumbre santa por la delectación de las virtudes. Lo cual se dignará el Señor manifestar por el Espíritu Santo en su obrero purificado ya de  vicios y pecados.

 

Castidad

 

1.- El primer grado de la castidad consiste en guardar los ojos de todas las cosas y personas del mundo, hasta que la voluntad no reclame satisfacción alguna a través de ellos, siguiendo aquella palabra del Señor: "Y si tu ojo te es ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti, que mas vale tuerto al Reino de los Cielos, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno". Se entregan los ojos a la Santísima Virgen María, para que ella disponga de ellos a su arbitrio, lo cual será conducirlos a la virginidad.

 

2.- El segundo grado de la castidad consiste en guardar el sentido del tacto, entregándolo por completo a la Santísima Virgen María, hasta que este sentido sea el mismo de la Santísima Virgen. El que tal obra tiene en su conciencia aquellas palabras del Señor: "Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtala y arrójalo lejos de ti, que más vale entrar manco al Reino de los Cielos, que con tus dos manos ser arrojado al infierno"

 

3.- El tercer grado de la castidad consiste en guardar la lengua, el oído y el olfato de las cosas y satisfacciones del mundo, entregándolos a la Santísima Virgen como cosa y posesión suya.

 

4.- El cuarto grado de la castidad, consiste en entregar a la Santísima Virgen María todos los sentidos internos, la memoria y la imaginativa, para que Ella los purifique e imprima sus sellos en los mismos.

 

5.- El quinto grado de la castidad consiste en entregar a la Santísima Virgen María las potencias superiores de la voluntad y del entendimiento para que en su ordinaria posesión se enderecen a adquirir la virginidad del espíritu.

 

6.- El sexto grado de la castidad consiste en vivir diariamente como si fuese la misma Virgen Santísima la que vive y obra en las personas.

 

7.- El séptimo grado de la castidad consiste en vivir la Virginidad de la Santísima Virgen María y engendrar con todos los actos la vida al mismo Cristo, hasta decir: "No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí". Los matrimonios son encaminados a alcanzar este grado cuando,  guiados por el Espíritu Santo,  cumplen con la separación de cuerpos de prudente y común acuerdo para alcanzar la entrega de San José y de la Santísima Virgen María en imitación total a su divino Hijo, quien en fecunda virginidad se entregó a su esposa la Iglesia para engendrar y ofrecer el perfecto culto de adoración al Padre.

 

Estabilidad

 

1.- El primer grado de la estabilidad consiste en que una vez en Estado de Gracia, conformarse con el estado y lugar en donde se desarrolla su vida, con la decisión de santificarse en el cumplimiento de sus responsabilidades.

 

2.- El segundo grado de la estabilidad consiste en amar su estado de vida y las responsabilidades a las que fue llamado y con diligencia cumplirlas todas.

 

3.- El tercer grado de la estabilidad consiste en imitar ordinariamente a la Santísima Virgen en todas las responsabilidades, propias del estado, como si ella fuese quien las cumpliera.

 

4.- El cuarto grado de la estabilidad consiste en buscar agradar a todos sus semejantes con el servicio que da en el cumplimiento de su responsabilidad, y entristecerse si no lo logra.

 

5.- El quinto grado de la estabilidad consiste en tratar de servir perfectamente a todos sus semejantes con el cumplimiento de sus responsabilidades y estar en disponibilidad de dar un mayor servicio.

 

6.- El sexto grado de la estabilidad consiste en arder de amor en al cumplimiento de sus responsabilidades, crucificándose en las mismas en semejanza de Nuestro Señor Jesucristo, haciendo las más humildes y aquellas que todos desprecian.

 

7.- El séptimo grado de la estabilidad consiste en que una vez crucificado en el cumplimiento de sus responsabilidades, y con gran caridad, se tiene a sí mismo como el peor de todos y se repite de continuo: "Que premio merezco Señor, si solamente hago lo que tengo que hacer".

 

Conversión de Costumbres

 

1.- El primer grado de la conversión de costumbres consiste en arrepentirse de todos sus pecados y juzgarse reo de todos ellos todos los días. Tener diariamente la compunción del corazón y pedirla con humildad. El ejercicio del viacrucis asumiéndose como el corazón de la Santísima Virgen María ayudará a reflejar en nosotros a Cristo en el Huerto de Getsemaní. Nuestra alma penetrará los secretos del corazón de María, lo profundo del corazón del Señor y en ese acto igualmente se observará cómo está delante de Dios, dándose cuenta que Jesús verdaderamente nos ha amado, mientras que nuestro amor por él es poco y miserable.

 

2.- El segundo grado de la conversión de costumbres consiste en cumplir ordinariamente con todos los instrumentos de las buenas obras.

 

3.- El tercer grado de la conversión de costumbres consiste en despreciar el pecado y amar al pecador como Cristo lo ama. Sentirse pecador y reo de la culpa mientras que un solo hombre sea pecador y por tanto jamás juzgar a nadie, sino aunque no esté de acuerdo con él, compréndalo y ámelo, lo cual se pondera correctamente con la denuncia contra el pecado y a los que inducen al pecado, por quienes habrá de hacer más sacrificios.

 

4.- El cuarto grado de la conversión de costumbres consiste en orar continuamente con la boca y la mente.

 

5.- El quinto grado de la conversión de costumbres consiste en adquirir la oración incesante del corazón “la llama de amor”,  la oración silenciosa permanente. En este grado es posible que el Señor otorgue el don de lágrimas.

 

6.- El sexto grado de la conversión de costumbres consiste en desprenderse de todos los bienes, repartirlos entre los pobres y seguir a Cristo incondicionalmente. Si por su estado no es posible, el deseo ardiente del desprendimiento y la práctica de la entrega diaria a quienes está obligado obtiene este grado.

 

7.- El séptimo grado de la conversión de costumbres consiste en imitar ordinariamente a Cristo, imitando a la Santísima Virgen María, hasta poder decir: "no soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí".

 

Santa Esclavitud a la Santísima Virgen María

 

1.- El primer grado de la esclavitud a María consiste en disponerse s hacer todo lo anterior en Ella, con Ella, por Ella y para Ella y pronunciar la entrega en santa esclavitud, bajo la consagración diaria a su inmaculado corazón.

 

2.- El segundo grado de la esclavitud a María consiste en participar en la Eucaristía con mucha frecuencia, rezar diariamente el Santo Rosario, el Viacrucis, y la Liturgia de las Horas, viviéndolos como la Santísima Virgen María.

 

3.- El tercer grado de la esclavitud a María consiste en llevar un silicio como prueba de esclavitud a María y como recordatorio constante de los sufrimientos que Ella padeció en la tierra.

 

4.- El cuarto grado de la esclavitud a María consiste en que todas las obras son hechas con Ella, por Ella, para Ella y en Ella.

 

5.- El quinto grado de la esclavitud a María consiste en proclamar las virtudes de esta esclavitud a  todos los hombres, enseñar el catecismo siempre y a servir sirviendo a los demás.

 

6.- El sexto grado de la esclavitud a María consiste en entregar todo el tesoro espiritual a María.

 

7.- El séptimo grado de la esclavitud a María consiste en vivir sin voluntad propia alguna que no sea vivir la cruz de Jesucristo y buscarla por todos los medios, así como entregarse totalmente a ser víctima de amor.

 

Víctima de amor

 

1.- El único grado de convertirse en víctima de amor consiste en cumplir con el siguiente ofrecimiento:

"Oh Dios mío, deseo amarte y hacerte amar; deseo cumplir perfectamente tu voluntad, ser santo; pero ante mi impotencia te pido ser mi santidad. Te ofrezco los méritos de Jesucristo, de los santos y sobre todo de la Santísima Virgen María, mi madre amada. Quédate en mí como en un sagrario; no te alejes jamás de mí. Quítame la libertad de ofenderte y si por flaqueza caigo alguna vez, que al punto tu mirada me purifique. Agradezco todas las gracias que me has concedido, especialmente por hacerme pasar por el crisol del sufrimiento. Después de este destierro, espero que gozaré de ti en el cielo, pero no quiero atesorar méritos para el cielo, quiero trabajar sólo por tu amor, con el único fin de agradarte, de consolar tu corazón y salvar almas que te amen eternamente. En el ocaso de esta vida me presentaré ante ti con las manos vacías, porque todas nuestras obras están manchadas en tu presencia. Quiero revestirme de tu justicia y recibir de tu amor la posesión eterna de ti mismo. A fin de vivir en un acto perfecto de amor yo ( ... ) me  ofrezco como víctima de amor holocausto a tu amor misericordioso, suplicándote que me consumas sin cesar, dejando que se desborden en mí alma los raudales de tu infinita ternura, que en ti se encierran, para que así llegue a ser mártir por tu amor. Que este martirio, después de haberme preparado a comparecer ante ti, me haga finalmente morir y que mi alma se arroje sin demora en el brazo de tu amor misericordioso. Quiero, ¡Oh amado mío! a cada latido de mi corazón, renovarte este ofrecimiento, hasta que desvanecidas ya las sombras, pueda de continuo declararte mi amor, mirando a tus ojos".

 

Para mejor cumplir con estos votos:

a)    Establezca contacto con los Caballeros que Portan la Cruz de Cristo (Caballeros crucíferos);

b)   Con alguna congregación mariana;

c)    Vívalos bajo la dirección de algún sacerdote o religioso santo.

d)   Vívalos en la comunidad familiar extendiendo su práctica a otras familias.

e)    Si es religioso, cumpla el espíritu de su regla con estricta observancia, como lo haría María.

f)     Si quiere vivir la regla dejada por algún santo, vívala en el estado en que se encuentra con toda observancia con la guía de su director espiritual y sin preámbulos o ingrese a la orden correspondientes y sujétese a la obediencia.

Conclusiones.

Subida al Cerro del Tepeyac. Textos que fundamentan la espiritualidad crucifera.