Conclusión
Se
ha expuesto el contenido y la historia de cómo la Santísima Virgen quiere que construyamos su templo en nosotros; cómo sucedieron
los hechos y cómo estos hechos revelan esa misteriosa voluntad de Dios que nos conducirá a cumplir perfectamente nuestra santificación,
que es la voluntad de Dios.
En
el caso de México, numerosas señales desde la simiente de la nacionalidad indican una misión
y predilección especial en orden al mandato de María para construir su templo, como auténticos mexicanos, ciudadanos
del México místico, pupila del cuerpo místico de Cristo, como ha quedado asentado:
a) La peregrinación que habría de
dar lugar a la fundación de la Gran Tenochtitlán, que significa abandonar todo y morir al viejo modo de vida para renacer
en el Espíritu Santo.
b) La señal del lugar de la fundación
es una águila devorando a una serpiente, alegoría de María pisando la cabeza de la serpiente como dice el Génesis, cosa que
tenemos que hacer todos los días de nuestra vida, matar a la serpiente de nuestro egoísmo y de toda pecado para hacer el oficio
del águila, que es el de María. Estas dos señales preparan al pueblo para el milagro de Guadalupe. La segunda además del mandato
para cada uno, expresa que desde esta tierra y/o a partir de los que cumplen con la voluntad de Dios, se desarrollarán los
hechos de la lucha en que el águila destrozará al Anticristo.
c) El
milagro Guadalupano; el anuncio de que hay que construir un templo aquí, primero de piedras y luego de hombres. Este hecho
confirma el camino de la peregrinación y la señal de el Aguila devorando a la serpiente.
d) El Himno Nacional, que habla del
destino de México, como pueblo predilecto de Dios para una misión.
e) La proclamación de Cristo como
Rey por los mártires mexicanos; primicias del destino de la humanidad y de los mexicanos, tierra regada con sangre donde habrán
de retoñar los santos que proclamarán la divina misericordia para todo aquel que a ella quiera acogerse y la santidad para
todo el que quiera tener aceite para su lámpara y formar parte del templo y no quedarse afuera. Refleja la aceptación del
destino que Dios ha dado a México.
f) La celebración de la fiesta
de la Santa Cruz precisamente por los constructores mexicanos. La construcción del templo será con la Cruz de bandera hecha
vida. Aún en lo cotidiano Dios nos habla diariamente la misión, como dice el Rey David: “su fidelidad dura por siempre”
y “todas nuestras empresas nos las realizas tú”.
g) El gran amor del pueblo mexicano
por SS el Papa, quien ha proclamado a México como “Siempre Fiel”.
Finalmente
queda por agregar que para obtener la perseverancia final, el mejor camino siempre será el de María: hacerlo todo con, en,
para y por María, hasta estar, como Juan Diego, “bajo su sombra y resguardo, en el pliegue de su manto y en el cruce
de sus brazos y sea Ella la fuente de nuestra alegría”.
El
Papa Juan Pablo II, representante de Cristo y cabeza de la Santa Iglesia, asume su parte en este trabajo, como le ha sido
reservado. Por ello, al igual que los profetas, sufre la alegría, el cumplimiento del librito dulce al paladar pero que amarga
las entrañas, de La Revelación. Sufre en su cuerpo los estragos de la vejez, que igualmente aqueja a la Iglesia y de todas
las infidelidades de sus hijos con sus enfermedades. Y al igual que el Maestro, habrá que sufrir la traición de aquel con
quien lo une una tierna amistad, que come junto con él de su mismo plato y junto con quien ha ido al templo. Ello no es raro,
ya que eso mismo sucedió en arcano, cuando aquel que surgió en la creación cuando Dios ordeno que se hiciera la luz, se levantó
contra El y le dijo: No te serviré. Asimismo le sucedió al Maestro, cuando aquel que era su amigo lo traicionó. Eso mismo,
proporcionalmente ocurrirá a todos los que quieren tener la imagen de Cristo.
En
este nacimiento San José, castísimo y cariñoso esposo de María, allanará también el camino, como lo hizo antes y después del
parto de María y proveerá de lo necesario, pero habrá que saberlo discernir y aprovechar con la imitación de sus virtudes,
para ser guiados por él en el momento cuando los poderes que representen a Herodes, buscarán matar al recién nacido, tanto
con nuestros propios actos, como con los eventos externos que se sucederán..
De
esta forma, no temeremos al espanto nocturno, cuando Dios purifique al mundo con el fuego, rebaje y rellene todo lo disparejo.
Nos entregaremos de lleno a ese fuego del Espíritu Santo, para pasar por el crisol –suave en María-- después del cual
Dios se pueda reflejar en nosotros como en un espejo; nos abrazaremos a la Señal del Hijo del Hombre que aparecerá en el cielo,
su cruz por la que nos redimió, ya que hemos estado abrazados a ella diariamente con María; resistiremos con firmeza en la
fe, ante el embate de los enemigos de Dios y del Anticristo, en orden de batalla con María; saltaremos de gusto cuando a través
de los fenómenos que describe el Señor en el Evangelio, juzgue a las naciones y cantemos el Magníficat con María, porque se
acerca el día de la Salvación y con gran confianza pasaremos a su derecha junto con sus ovejas, llevados por María, para posteriormente
hacer brotar lágrimas de nuestro corazón, las cuales El enjugará, cuando nos haya dado un nuevo nombre, que sólo El conocera,
al ver cara a cara de la inmensidad de su amor por nosotros en la Jerusalem Celeste, cuando El sea todo en Todos, por los
siglos de los siglos. Amén.
Apéndices
A
continuación presento tres apéndices. El primero es el apéndice del libro “La Traición al Papa Juan Pablo II”,
escrito por el profeta de nuestro tiempo y hombre de Dios Luis Eduardo López Padilla, quien con la luz del Espíritu Santo
nos explica hechos de trascendental importancia para nuestra salvación.
El
segundo es una serie de prácticas evangélicas para aquellos llamados a vivirlas.
El tercero es un perfil de la Soberana y Militar Orden de San Juan Diego del Tepeyac, del Templo del Espíritu Santo y de los Caballeros Portadores
de la Cruz de Cristo. Caballeros Crucíferos. (CC).